Somos
reptiles. Nos arrastramos sobre la faz de la tierra en busca de ilusiones
perdidas e ideales naufragados. Estamos esperando a que pase algo y no hacemos
nada para hacer transformar la incertidumbre en esperanza realizada.
Pedimos
intimidad y dejamos nuestro rastro en cada esquina. Tenemos dos caras, pública
y privada, pero se confunden en una cuando abrimos la puerta de nuestra casa
interactiva. La transparencia se difumina entre la niebla de la duda.
Somos
androides hipnotizados por el poder de los medios y las masas. Nos dejamos
llevar bajo el sombrero de un pensamiento único y, al tiempo, presumimos de
nuestra independencia.
Hemos
perdido el encanto y el estilo. Somos iguales, pero no queremos ser como los
demás.
Buscamos
la salida, pero cuando llegamos a mitad de camino, retrocedemos, olvidamos
nuestra identidad y nos preguntamos cómo hemos podido llegar hasta allí.
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